Obra de Ernesto Cao: un exquisito catálogo de arte plumario

Por Antonio Fernández Seoane

En una de las más recientes entregas de la revista Pauta (No. 5 de 2018) del Fondo Cubano de Bienes Culturales, dedicada a la artesanía y el diseño, aparece un artículo sobre el arte plumario de Ernesto Cao.

Del mismo me permito una cierta re-edición, dada mi personal autoría sobre dicho trabajo, dada su importancia en la continuidad de un arte que poca práctica en Cuba.

El arte plumario (milenario desde la variedad de sus características manufacturas artesanales en diversas latitudes de nuestro planeta) no encuentra acentuada ocupación tradicional ni sistemática en la artesanía del país.

Sin embargo, en Ernesto Cao Santana (Matanzas, 27 de octubre de 1967), este ejercicio focaliza a uno de sus más sagaces y diestros practicantes.

Ha sido reconocido en los eventos provinciales realizados por la filial yumurina de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA), de la cual es miembro activo (baste mencionar los Salones Provinciales de Artesanía Artística  o de Artesanía Tradicional y Utilitaria donde ha obtenido innumerables premios); y en otros de carácter nacional e internacional.

De estos, destaca la edición anual convocada por la UNESCO que le otorgara en 2006 el Sello de Excelencia a la Artesanía Cubana, además de la Feria Internacional de Artesanía (FIART) que, en su edición correspondiente a 2010, le concediera  uno de los Premios a Obras.

Las «aves» de Ernesto Cao han trastocado los habituales sitios de vida, en los que se incluirían los espacios aéreos, donde muchas de ellas despliegan sus espectaculares vuelos para conformar una sui géneris galería de arte.

En la misma, todo parece confundirse en eso de intercambiar «pieles», entre unas y otras, y en lo que se eleva en estilo personal o singular impronta de este artesano matancero.

Esto es, combinar siempre el arte plumario con el auxilio de las constantes naturalezas secas (como posible escenografía), aunque el primero prevalezca sobre el segundo en las intenciones o propósitos ideoestéticos.

Las imágenes de las obras de Ernesto Cao bien pudieran acceder a un exquisito catálogo del arte plumario –no obstante a lo planteado- en Cuba o fuera de sus límites.

Citemos Había una vez (con un brioso gallo criollo), Vuelo ancestral (con la imagen de un extravagante tucán), Paraíso (con la arrogante elegancia de un pavorreal), Arriero (una reproducción de este pájaro con sus plumas originales en un refinado tondo como formato) y Revelación (con la tierna quietud de una empinada grulla).

Las mismas bastarían para reafirmar este juicio valorativo. En todas ellas, las plumas de faisanes, guacamayos, rosacolis, gaviotas playeras, codornices, gallinuelas de mar y cotorras; además de las propias de aquellas citadas, que él bien sabe conformar con estas majestuosas vestimentas en atónitas metamorfosis, orgánicas y coherentes, en eso de los reales ingenios creativos para esa realidad otra.

Todo un derroche en el arte de la manufactura, de la artesanía sin prejuicios o de dictados peyorativos; esa, la Artesanía entonces (con mayúscula acentuada), que Ernesto Cao trasciende al campo de las bellas artes decorativas: un artesano que bien se ha ganado el calificativo de artista.

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